A partir de ahora, será Olivier Rousteing, discípulo de Decarnin durante dos años, quien dictará las normas. Su segunda colección, (presentó la colección crucero el pasado mes de julio) ha sido presentada, y muy apaludida por la crítica, en la Semana de la Moda de París. Desde mi punto de vista no se aleja del todo de lo que Decarnin marcó en las últimas temporadas, como señas de identidad de la casa, a saber, colecciones muy sexy en las que predominan faldas y vestidos muy cortos, pantalones pitillo, y chaquetas con hombros muy armados, inspiradas en la estética militar, eso sí, con un toque algo grunge. Sin embargo, esta colección nos aleja del calculado desaliño propuesto por Decarnin para adentrarnos en un mundo con más clase. Pareciera que la mujer Balmain pasado de la rebeldía a la madurez en los siete meses transcurridos de una temporada a otra.
Me han llamado la atención los detalles de la colección, empezando por los ricos bordados que dominan en muchas de las prendas: un verdadero lujo para la vista. Las mujeres Balmain coquetean con la estética cowboy, eso si, nada de sombreros ni botas camperas. También encontramos un guiño a nuestro más que conocido traje de luces, reflejado en chaquetas cortas de corte armado, además de en pantalones con altísimas cinturas. Rousteing consigue una mezcla uniforme y una temática lineal, solo interrunpida por algunos looks con falda larga o pantalones anchos.
El desfile fue un éxito y se puede decir que Olivier Rousteing ha pasado la prueba con nota. Esperaremos a las próximas temporadas para ver si desaparece por completo el sello Decarnin, exitoso, pero quizá demasiado explotado, y cómo evoluciona la firma en manos de su joven pupilo de tan sólo 25 años de edad.
Fotos: vogue.es
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